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Meditación según Byung-Chul Han


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Byung-Chul Han es un filósofo Sur-Coreano (1959) que escribe pequeños ensayos sobre temas universales: Sociedad del cansancio, El espíritu de la esperanza, Vida contemplativa o Sobre Dios. Todos tienen como hilo común que como las modernas sociedades de consumo, capitalistas y digitalizadas están lentamente erosionando nuestras cualidades como ser humanos.


Cuando hablamos de meditación es evidente que nuestra capacidad de atención se ve mermada por la infinita cantidad de estímulos que nos proyectan hacia fuera. En Vida contemplativa Byung-Chul Han señala la incapacidad de la no acción y la vida de servidumbre que llevamos respecto al trabajo y a la necesidad de rendimiento.


Es en la espera, en lo aparentemente inútil e improductivo, que reside la felicidad. Ahí es donde está nuestra esencia. “La inactividad es una forma de esplendor de la existencia humana.” El descrédito de la vida contemplativa hace que el tiempo que no trabajas sea el “tiempo libre”. Quizás fuera más correcto llamarle “mi tiempo” a las horas en que no produzco. Es necesario reivindicar el hacer nada.


El filósofo tiene bien presente esa idea tan oriental de la desidentificación del yo. El famoso “Neti” del vedanta: Yo no soy esto, yo no soy eso. No lo nombra directamente pero está ahí. “Quien está realmente inactivo no se afirma a sí mismo. Se desprende de su nombre y se vuelve nadie. Sin nombre ni propósito, se entrega a lo que acontece.[...] Cada acción, cada actividad se suspende en favor de un acontecer sin sujeto.” Este es el momento en que surge lo nuevo. “Solo el silencio nos vuelve capaces de decir algo inaudito”. Son la fiesta, el juego y lo simbólico lo que nos definen. “Lo simbólico promete una plenitud de ser, una salvación. Sin el ordenamiento simbólico, somos trozos y fragmentos.”


Muchas veces se cuestionan los Cristianos sobre el significado de la vida eterna en el cielo. San Agustín contesta: “Entonces descansaremos eternamente y contemplaremos, contemplaremos y amaremos, amaremos y alabaremos. Helo aquí lo que haremos en aquel fin sin fin”. El cielo es nuestra esencia y el reflejo de nuestra felicidad. Es la Vida Contemplativa que habla Han.


Surge entonces la cuestión de Dios. Dios solo es posible en la mejor versión de uno mismo. Esto se refleja en la capacidad de atención de cada uno. Siguiendo las enseñanzas de Simone Weil, Han define: “Dios es la atención sin distracción.[...] En su grado más alto, la atención es lo mismo que la oración.”. Así que la atención religiosa es la solución para la sociedad de la adición.


También sirve para definir la diferencia entre el bien y el mal. El bien es “lo que no interrumpe la atención entendida como oración.”. La conclusión es que cuanto más cerca estés de Dios mejor será la sociedad. “Quince minutos de atención tienen más peso que las buenas acciones.”. Si la atención religiosa te hace mejor persona, ¿hará la religión una sociedad mejor? La respuesta es positiva.


La atención implica un vaciarse para que Dios entre. Es la inactividad de la vida contemplativa. “La atención alcanza su cenit en el momento en el que abandona cualquier voluntad, cualquier propósito -y se queda sin yo. El yo se vacía hasta convertirse en un nadie, en un mero medio. Quien mira no es yo, sino nadie.” .Ese es el lugar donde queremos estar cuando meditamos.

 
 
 

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